Albada 218


INSTANTE

28 de noviembre de 2010

Todas las mañanas de los domingos de los últimos meses de los últimos años ha seguido el mismo camino desde su casa hasta allí. El banco de madera pintado en azul oscuro suele estar casi siempre vacío a esas horas, lo que le permite elegir el lado más soleado en invierno –justo el extremo de la izquierda que es por donde empieza a resbalar el sol temprano– o el más sombreado –a la derecha– cuando en los calurosos domingos de verano no corre ni una pizca de brisa.

Hombre de costumbres, celebra ese día, íntimamente encantado, su liturgia particular: antes de llegar ya ha comprado los dos periódicos en los que se sumergirá con la pasmosa parsimonia de un avezado lector de fondo, mientras deja cuidadosamente doblado sobre la madera azul el último número de la revista de viajes que se reserva para leer en casa ya casi extinguida la tarde, justo cuando contemple tras los visillos los últimos vagidos del domingo sobre el tejado vecino, y compitan en lentitud la llegada de la noche y el vaciado de su dry Martini seco.
A primera vista, quien no se hubiera fijado antes en él –exactamente cada domingo de los últimos meses de los últimos años– podría pensar que estaba aguardando a alguien: he aquí la espera tranquila de un hombre paciente que lee e ignora a los que pasan a su lado, a los que llegan, a los que se van… y que a veces, con desgana, intercambia cortesías con algún inoportuno compañero de banco. Nada más contrario a la verdad: aquel hombre nunca ha buscado a nadie.
Pero hoy al levantar la vista se ha tropezado de golpe con sus ojos. Supuso que la mujer ya debía llevar mirándole el intenso instante y que precisamente había sido esa insistencia muda la que le había urgido para que levantara la cabeza y se encontraran frente a frente. Un estremecimiento en toda regla, una profunda conmoción el encuentro de sus dos miradas. Tan detenidas se han quedado por momentos la una en la otra, que el tiempo se ha desmoronado por completo y, vencido, ha deshecho su finitud en un segundo. Sin apenas darle espacio a la sorpresa, la sonrisa clara de ella y la risa franca de él han reconocido saberse desde siempre incluso sin haber tenido un antes juntos ni quedándoles ningún después.

Las dos manos saludan todavía el feliz hallazgo mientras el ruido del encendido del tren anuncia el adiós. Quedarán las últimas miradas hundiéndose en la lejanía mientras el corazón celebra el inesperado encuentro: la de ella, desconocida amada, tras la ventanilla del tren desde donde le descubrió; la de él, solitario amante, junto al banco azul de una estación cualquiera donde sin saberlo la ha esperado siempre.

Albada 217

(Foto de F.J. Ubé)

EMPAREDADOS
(21 de noviembre de 2010)

Presté atención por si me había despistado (me cuesta, lo reconozco, estar más de 15 minutos pendiente únicamente del televisor). Luego, para asegurarme, la volví a ver en el youtube. Me refiero que volví a ver la entrevista que el pasado día 16 Antón Castro le hizo al productor musical Toño Berzal en Borradores (recomendable programa de Aragón Televisión). Presentaba el Ciclo canción de autor “A Cántaros” que se celebra este mes, “Primera edición del único festival en Aragón exclusivamente dedicado a la Canción de Autor, explican sus organizadores. Subrayo lo de Aragón porque si en el programa efectivamente hay un estupendo repertorio de jóvenes promesas y también de algunos ya clásicos, menos jóvenes, el calendario era claro: las actuaciones se están ya realizando en Zaragoza, Huesca y Alagón.

Supongo que será porque estos días en Teruel estamos un poco más sensibles por lo de nuestro Ayuntamiento, o quizás es que nunca nos acostumbramos a eso de ser
el caso aparte , yo qué sé…, pero mientras lo oía pensé un tanto fastidiada: Vaya, ahí estamos: de nuevo como siempre, o bueno, más bien: Vaya, ahí no estamos de nuevo, como siempre.

Y al siguiente día la culminación de la movida en el consistorio. Cuando vi a Manuel Blasco de nuevo con el bastón y la banda de alcalde de nuestra ciudad me acordé de aquel ya lejano junio del 99. Recuerdo que entre las emociones que sentí mientras entraba al salón de plenos (ilusión y un gran “ataque de responsabilidad”), no acababa de acomodárseme bien cierta perplejidad, un asombro que me iba superando por momentos ante cómo se desarrollaron las votaciones aquella mañana y su resultado: aquella rabia de que pudiendo haber tenido mi ciudad un Ayuntamiento de izquierdas –como habían votado sus ciudadanos– terminara de manera muy distinta por los “intercambios de cromos” a esferas que se me escapaban y la decepción –ya aprendida y sufrida desde entonces en primera persona– de que nadie de mi partido se dignara dirigirse a nosotros, humildes concejales.
Pese a ello siempre diré que aquel equipo trabajamos francamente “bien”. Manuel Blasco (inteligencia práctica) supo hábilmente distribuir las tareas y las responsabilidades entre todos, respetándonos siempre, consciente de que si las concejalías que se nos habían asignado iban bien, eso que ganaba la ciudad y a la postre su propio prestigio y gestión personal. Por otro lado, la lealtad con la que correspondimos a su confianza todos y cada uno de los concejales de aquella legislatura quedó sobradamente probada en los buenos resultados para la ciudad.

Nunca he estado de acuerdo, por muchos argumentos “
políticos” que me den, con que el Ayuntamiento de Teruel tenga que ser moneda de cambio (como ha venido ocurriendo últimamente de manera habitual) para acomodar equilibrios en ámbitos “superiores” o para contentar las cuotas de poder que como en una especie de cadena surrealista al final lo único que hacen es desfigurar y desvalorar por completo las decisiones de sus votantes. Al final, de tanto hacer “apaños” se termina por pintar un panorama totalmente ficticio que nada tiene que ver con la intención del ciudadano cuando se acercó a la urna. Me dirán algunos que es legal, que “ese es el juego político”. Pues si es un juego, desde luego esas reglas no son justas.

Pero rehago el camino y me escapo de los escurridizos barros por los que me estoy metiendo; había empezado hablando de música y no de política. Había empezado hablando de que Teruel no estaba y he terminado hablando de que Teruel no cuenta.

Ataque de lirismo junto a reivindicación. Quizás nos lo tengamos merecido, ignoro cuál ha sido la razón por la que ninguna actuación de “A Cántaros” se vaya a celebrar en nuestra provincia, pero quiero dejar aquí constancia de que echaremos en falta la presencia de estos nuevos “trovadores urbanos” y que duele oír hablar de Aragón sin que la provincia de Teruel se mencione... aunque también duele, cómo no, que se hable “demasiado”de Teruel como simple prenda para el trueque político...

Albada 216


LA CHICA QUE COLECCIONABA FOTOS DE MÚSICOS
(Diario de Teruel, 14 de noviembre de 2010)


Acababa de abandonar a su marido después de un suave portazo… todo en su vida hasta aquel adiós, hasta los demás adioses, había sido tan delicado, tan ¿inconsistente? que siempre le quedaba la sensación de que lo que acababa de sucederle no era más que un sueño con demasiado color.

Entró en la primera cafetería que encontró, ausente, con la misma elegante parsimonia con que podía haber entrado en el más exclusivo salón. Aquel bar y ese rincón junto a los ventanales empañados eran el mejor sitio, un sitio como otro cualquiera para ver pasar la vida fuera. No se había llevado nada de la casa: sólo el ÁLBUM que, abierto sobre la mesa, ahora acariciaba; el álbum y la certeza de que su empeño ya había terminado, que con el esfuerzo cumplido había conseguido recoger uno de esos raros tesoros que sólo algunos privilegiados pueden entender y apreciar.

Desde que vio la primera foto –nunca pensó que fuera una casualidad que entrara en aquella anónima exposición– decidió, tan conmovida como convencida, que reunir la mejor –la auténtica– colección de retratos de músicos sería en adelante su tarea.
Ardua tarea porque las condiciones que se impuso no eran de un menester cualquiera: los elegidos eran fotografiados por ella misma mientras ejecutaban la pieza que más les emocionaba; con el clic ajustado con precisión absoluta a ese momento del acorde mágico en el que el músico se funde con la melodía, ese instante fuera de cualquier tiempo y espacio que ella conseguía atrapar y que la dejaba siempre tan exhausta como fascinada.

Rostros de músicos en blanco y negro; rostros demudados, transfigurados por la música, poseídos por esa fuerza tan intensa como etérea, tan viva y a la vez tan irreal… ojos cerrados, frente fruncida, labios encendidos, frentes envueltas en sudor y latidos, cientos de latidos precipitados… latidos tallados a luz y sombra de la música, encerrados a fogonazos en su álbum.

El auditorio de cada ciudad que visitaba se convertía en su casa. Asistía y repetía una y otra vez concierto hasta que elegía su objetivo: sin dudarlo, siempre apostaba por el mejor, el que más se entregaba dejándose tomar por la música, aunque esto no coincidiera a menudo con el solista estrella sino con el más apartado de la orquesta, ese del ángulo que apenas se adivinaba tras los primeros violines…

Como coleccionista implacable rompió sin piedad corazones, mintió sin importarle el engaño con tal de conseguir increíbles encuadres, sus instantáneas robadas al silencio. Vivía sólo para ver crecer las hojas del álbum, y el resto –músicos como juguetes– no importaba.

La última de aquellas fotos fue la de su marido. Excelente pianista en cuyo rostro descubrió encajada toda la fuerza atronadora de los primeros acordes del Concierto para piano nº 1 de Tchaikovski. Tanto le emocionó su expresión atravesada por el torrente de notas, que accedió a sus ruegos y se casó con él.
Fue su mejor retrato, el preferido... también el último. El error fue no descubrir a tiempo que lo anodino de lo cotidiano convierte en vulgar lo más querido, y la realidad termina por pintar de insulso lo que antaño brillaba como extraordinario. Al final, fotograma a fotograma, a la vida hay que tomarla menos en serio, se dijo cerrando el Álbum.
El camarero se le acercó con el café. Y ahora ella no tuvo más remedio que fijarse por primera vez en él, mientras, éste, casi al oído, le susurraba embaucador:
-Tendré que pedirte que me dejes hacerte una foto. Eres justo la cara que necesito para terminar mi colección de las chicas más bonitas con las que me he cruzado.

Albada 215


TERUEL
(DdT 7de noviembre de 2010)

La situación da para mucha crítica ácida, para mucho enfado, para muchas revanchas y desquites, para muchos ya se sabía, se veía venir, para otros muchos cómo es posible… es una vergüenza, todos los políticos son…

Sería una letanía angustiosa recoger aquí los comentarios de los ciudadanos turolenses estos días, pero el caso es que Teruel, más cenicienta endeudada, más huérfana hipotecada… más desprotegida y abandonada que nunca, se mira y no se lo cree.

Esta ciudad que recorta silueta en azules increíbles, esta pequeña ciudad que podría ser ejemplo de buen hacer y de mejor vivir, se nos ha ido poco a poco de las manos, se ha ido deslizando despacio e inexorablemente hasta tocar fondo y, vencida, se ha dejado hacer: los últimos acontecimientos de esta semana han sido en realidad el ruido sordo de un simulacro de chapoteo; el mal venía de mucho antes.

Cuando al anochecer nos guardamos algo de la rabia para olvidarla entre los párpados cerrados, cuando nos dejamos fuera de las ventanas los jirones de las preocupaciones, la ciudad se nos levanta en sueños, distinta, resplandeciente, como si fuera tan de plata como la luna.
Es la Teruel soñada. Teruel, donde futuro e hijos se pueden conjugar juntos; Teruel, donde honra haber nacido y cuyo nombre se oye entre escalofríos en la locura de la gran ciudad que un día lejano nos cobijó separándonos de ella hace tantos años… Teruel, la ciudad de las hermosas, de las cómplices torres vigilantes; la Teruel del Turia cadencioso que la abriga; la perpetua Teruel helada de aquella guerra; la ciudad por la que saltas de gozo con el pañuelico rojo, la generosa, la hospitalaria, la Teruel imaginada…

Despertaremos ahora a los siete meses y, tras el paréntesis forzado de la espera, las elecciones y un de nuevo hablar de sueños… y confiar, y apostar o quizás creer… y siempre esperar

Hermana, tierra amiga, cuerpo seco…” Teruel. Cómo duele a veces nuestra querida ciudad… Ganas dan de acariciarla, de decirle que no pasará nada, que esté tranquila, que saldremos adelante… ganas dan de mentirla y de cantarla…